Así fue el papel del arte callejero en la movilización chilena

Jul 7, 2021 | 0 Comentarios

A un año del estallido social que impulsó el plebiscito para reformar la constitución chilena analizamos junto a la artista urbana y académica Bisy la relevancia que tuvo el arte callejero durante este proceso de revuelta y transformación.

Por: Daniela Pomés Trujillo / @danipomes

El pasado domingo 25 de octubre el pueblo chileno celebró uno de los triunfos más importantes en la historia reciente del país y de Latinoamérica. El ‘Apruebo’, la opción en el plebiscito que elegía la escritura de una nueva constitución, ganó con casi un 80% de los votos registrados, dejando claro el descontento de la mayoría de los chilenos frente a la constitución heredada de la dictadura militar de Augusto Pinochet y materializando una de las grandes victorias conseguidas a raíz del estallido social de 2019.

Aunque el origen del proceso que decantó en este logro histórico se puede rastrear años atrás, las manifestaciones sociales masivas que comenzaron en octubre del año pasado y que se extendieron por varios días a lo largo y ancho del territorio chileno (mostrando la represión y la violencia de que la que era capaz el gobierno de Sebastián Piñera), fueron el espaldarazo que finalmente consiguió el cambio añorado. Un año después –luego de tres décadas de desigualdad, corrupción, nefastas políticas neoliberales y otras problemáticas– Chile celebró el triunfo sobre un plebiscito que marcó la historia reciente de la democracia en nuestro continente.  

Entre los sectores y movimientos diversos que ayudaron a abrir esta puerta, el grafiti, el muralismo y las diferentes formas de arte callejero sobresalieron por su incansable trabajo para movilizar el mensaje de lucha popular a través de las paredes. 

Con el estallido social muchos de los artistas urbanos que ya tenían un trabajo reconocido en las calles chilenas hicieron presencia durante los días de movilización. Organizados en brigadas y crews, dejaron sus consignas en los muros. Las Juventudes de la Brigada Ramona Parra, Los Keos, Danny Reveco, Inti Castro, Caiozzama y las Graffitodas, fueron algunos de los artistas y parches que plasmaron mensajes de lucha social en todo el territorio chileno. 

Una de las artistas urbanas que participó activamente de la movilización desde su oficio, comunicando las problemáticas del país y promoviendo el ‘Apruebo’ en el plebiscito fue Bisy, referente de la pintura callejera y el grafiti en Chile y quien además lideró una juntanza de mujeres artistas callejeras durante este período. Esta mujer escritora de grafiti, trabajadora social, gestora cultural, investigadora del arte urbano y magister en bienes culturales y proyectos sociales ha hecho presencia en el circuito grafitero chileno desde 2006 y bombing desde 1996. Así mismo, es también la impulsora de la Red latinoamericana TODAS: mujeres y disidencias en el arte callejero (Graffitodas), que nació en febrero de este año motivada por el impulso de la revuelta social chilena.

(Lea ‘La academia chilena le abre las puertas al arte callejero’)

Para Bisy, uno de los fenómenos más interesantes que se dio con la revuelta tiene que ver con el cambio de la relación que tradicionalmente ha habido entre el grafiti y el muralismo. Si bien estas dos expresiones comparten ciertos elementos (como su existencia efímera en el espacio público, algunos materiales, técnicas y temáticas),dice Bisy que el grafiti se mueve desde motivaciones mucho más individuales y competitivas, mientras que el mural, sobre todo el mural político, es mucho más cercano a lo social.

“Lo que ocurre con el estallido social del 18 de octubre es que, de una forma natural y orgánica, quienes veníamos pintando en la calle empezamos a ver la relevancia que tiene la pintura callejera en la ciudad y el rol que podíamos cumplir dentro de la lucha social. Es por eso que el grafiti comienza a dejar de lado este ímpetu individual que es esparcir tu nombre por toda la ciudad la mayor cantidad de veces posible y se transforma en un grafiti político. Las calles empezaron a llenarse de mensajes y a compartir desde las paredes la lucha social del pueblo”, cuenta Bisy.

El grafiti, el arte urbano; expresiones como la fotografía, la gráfica popular, afiches, serigrafía y carteles se unieron en torno a la posibilidad que se abría si se aprobaba el plebiscito. Esto hizo que gente distinta a aquellos que siempre habitaron las calles desde el arte se uniera a la causa y vieran también en los muros un gran megáfono que se le escabullía al oficialismo y que se estaba a disposición para decir todo aquello que sólo pudo exisitir de dientes para adentro durante tanto tiempo.

“Mucha gente empezó a sentir la necesidad de plasmar su mensaje en la calle y por lo tanto esto ocupó un rol fundamental en la participación cívica y también en poder comunicar a través de la ciudad en un formato abierto y democrático, el mensaje de poder aprobar una nueva constitución. Se gestó un movimiento de comunicación gráfica que representa desde las paredes y el espacio público la lucha social”, cuenta Bisy al respecto.

Esto también ayudó a que el mensaje traspasara los límites habituales de la ciudad y se replicara en la periferia, en los barrios y en los territorios. Y, aunque Piñera aprovechando el confinamiento por la pandemia mandó censurar con pintura gris todo testimonio grabado en las paredes, el mensaje ya había calado hondo y el gris militar lo único que consiguió fue revivir los malos recuerdos de la dictadura.

Foto cortesía de Juana Pérez

Si bien, para Bisy el grafiti, el arte urbano y la escritura callejera en el proceso del estallido social reforzaron el rol que históricamente ha tenido la pintura callejera en las calles de Chile, para ella es importante enfatizar en que la participación del arte callejero en la movilización social no surgió con las manifestaciones del año pasado. Según explica, Chile tiene un pasado de muralismo político que se empieza a desarrollar a finales de los años sesenta apoyando la candidatura presidencial de Salvador Allende. En las décadas posteriores a su presidencia y hasta la actualidad este mural político ha sufrido transformaciones que han configurado lo que es hoy en día.

En la época de Allende, según ha investigado la artista chilena, el muralismo político estuvo fuertemente ligado a las juventudes comunistas y socialistas; era un muralismo vinculado a un proyecto político específico. Por su parte, el Neomuralismo (que es como se conoce el movimiento actual), si bien tiene que ver con la situación política en muchos casos, no lleva las banderas de ningún partido ni de ninguna ideología política determinada, sino que es más bien diverso en expresiones e ideas, lo que marca un punto de quiebre.

En cuanto a la estética, las técnicas y los símbolos también han variado mucho. Según cuenta Bisy, este muralismo de finales de los sesenta requería de grandes cantidades de improvisación, ingenio y creatividad para lograr variedad en los colores y texturas. Tintas, cal, brocha gorda y rodillo eran las herramientas de ese entonces. Hoy día el muralismo incorpora el aerosol y pinturas más líquidas como el látex, el esmalte al agua y solventes.

Foto cortesía de Vanessa Flores / Amatizta
Foto cortesía de Vanessa Flores / Amatizta
Foto cortesía de Vanessa Flores / Amatizta

Para esta artista y gestora, el surgimiento de este “muralismo político” responde, entre otras cosas, al inconformismo frente al monopolio dueño de los medios de comunicación que –tanto en tiempos de Allende como hoy en día– selecciona, censura y omite información según determinados intereses políticos y económicos, algo que se replica en muchos países de la región. La necesidad de informar desde otras perspectivas, de descubrir la realidad ante los ojos de todos, encontró en los muros la posibilidad de hacerse visible.

Estos mensajes que los medios oficiales no comunican tienen que ver con la urgencia de convocar a la unión en las calles en torno a temas como la justicia social, la igualdad y la dignidad. Bisy y todos aquellos que han surcado las paredes con las consignas que el oficialismo censura, buscan aportar para que finalmente se reivindiquen los derechos de todos y todas.

“La salud, la educación, el agua: todos estos derechos deberían estar garantizados, pero se transan. Los mensajes que hemos dejado en la calle apelan a la justicia, a la memoria, a la lucha, la resistencia para que podamos avanzar en el corto plazo en un país igualitario, donde la gente no termine endeudada por treinta años para pagar una carrera o un tratamiento de salud”, dice Bisy al respecto.

Además, considera que gran parte del fenómeno se debe a que “la gente se aburrió de que los medios de comunicación nos engañaran y estuvieran todos monopolizados para entregar una información que no era la verdadera. De que se jactaran diciendo que Chile era el país más estable y con mayor desarrollo en Latinoamérica o que no existía la corrupción, discursos que se reprodujeron durante años”, punto en común con lo que sucedió en la dictadura con respecto a la parcialidad de la información oficial.

Este legado que Bisy considera herencia de los tiempos de Pinochet resurgió en esta generación de mujeres muralistas y artistas urbanas luego del “apagón cultural” que reinó en Chile por muchos años producto de la persecución y censura de todas las expresiones artísticas que se ejerció durante esa época.

Diferente a lo visto en las manifestaciones que se han dado en Colombia desde el 21N donde se señala como vándalos a quienes intervienen las calles con pintura, Bisy cuenta que lo que ocurrió en Chile con la escritura callejera fue tan masivo y tan poderoso que despertó empatía y apoyo entre la gente. En su experiencia se topó con muchas personas que la felicitaban o le llevaban “un pancito o una bebida de regalo”; incluso les cuidaban las espaldas de la policía.

“Finalmente el grafiti se empezó a valorar como una manifestación popular que contribuye al proceso de memoria, de identidad histórica y que robustece la manifestación, la fortalece y que permite que los mensajes del ideario común de justicia social y transformación queden en la calle”, agrega.

A propósito, cuenta Bisy que entre las acciones que han llevado a cabo las Graffitodas han buscado que la calle sirva para establecer un acto de educación popular. Cuenta que la educación chilena está mercantilizada y además es elitista, razón por la que nuevamente la información no consigue llegar a todos los sectores sociales. La pintura contribuye entonces al ejercicio de democratización cultural y de información cívica.

La pintura callejera se ratificó como el sello que unifica muchas formas de lucha. El ‘Apruebo’ en el Plebiscito es para Bisy apenas el primer paso en la construcción de un nuevo Chile. “Ahora más que antes el arte debe cumplir su función social para poder llegar a los diferentes sectores, a los sectores más segregados y vulnerables. A través de las calles debemos evidenciar que hay un pueblo vivo que resiste desde el arte, desde la producción cultural y la pintura callejera ante un sistema que es profundamente violento y desigual”, dice.

Así mismo, Bisy resalta que, además, la constitución de 1980 fue redactada solamente por hombres, motivo que para ella justifica aún más la vehemencia con la que las Graffitodas y muchas otras mujeres salieron y siguen saliendo a las calles a gestar el cambio con sus propias manos.

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Para finalizar, Bisy reflexiona acerca de la relevancia que tiene el que todo este trabajo cultural y de resistencia con el que se han tomado el espacio público y que ha buscado proponer una nueva forma de pensar la política desde el arte, involucre también la lucha feminista y que sea pensado desde esta perspectiva.

“El poder contribuir y manifestarnos desde el grafiti, el mural y la pintura callejera como mujeres, es poner en evidencia que las mujeres también estamos desde hace años ocupando la ciudad desde el arte y la creatividad, y que hoy más que nunca hemos decidido unificarnos para poder potenciar esa fuerza desde la energía colectiva tal como la lucha social y este nuevo tiempo nos exige. Es cosa de ver las comunidades, los barrios, las poblaciones; siempre son las mujeres las que movilizan sus territorios, las que están luchando por la tierra, por la vivienda, por la educación, por la salud, por espacios seguros para sus hijas e hijos. Por lo tanto, somos sin duda el núcleo de la transformación social de esta era”.

La aprobación para reformar la Carta Magna es apenas el primer terreno conquistado por esta generación. Seguramente el estallido social seguirá vivo y el grafiti, el muralismo y las demás formas de arte callejero se mantendrán en primera línea democratizando la información, combatiendo el silencio y la censura, y llenando las calles y los muros de dignidad.