Latidos: naturaleza, MC’s y revolución

Jul 7, 2021 | 0 Comentarios

Latidos es una revolución que se ha construido pacientemente, afrontando y entendiendo las dificultades con el objetivo de construir territorios de paz en medio de las dificultades. Lucía Vargas es el motor que impulsa esta transformación que, desde hace algo más de 12 años, utiliza las herramientas que aporta el hip hop. Sectores vulnerables de Bogotá, Villavicencio, Pasto, Cali y Buenaventura se han beneficiado de sus procesos y ahora son cunas de nuevos latidos.

Por: Maria Fernanda Fitzgerald

La primera vez que vi a Lucía fue en el parque Cantarrana, en Usme. Eran las ocho de la mañana de un sábado frío, la capa delgada de neblina alcanzaba a humedecer la ropa. El parque, que queda casi en el límite sur de la ciudad, se llenó poco a poco por 20 niños de entre 5 y 14 años. Todos tenían ropa de hopper: pantalones grandes y camisetas largas, gorras de visera ancha, tenis, chaquetas gruesas y cadenas delgadas en el cuello. Algunos con perforaciones, otros con tatuajes en las manos y los brazos. Venían de barrios y colegios de todo Usme. Todos, con mucha expectativa, esperaban el inicio de un nuevo ciclo de Latidos

Lucía llegó al parque en un carro cargado con las profesoras que acompañarían el proceso ese día. Llegaron a la parte baja del parque y allí comenzaron una actividad de calentamiento con los niños “para sacarnos este frío”, dijeron. Lucía venía con un saco gris que le quedaba grande, unos pantalones de sudadera de color negro, y su pelo crespo recogido en una cola de caballo alta. 

“Para poder hacer algo en Colombia, uno tiene que saber hacerlo de manera inteligente”, dice Lucía Vargas. “Aquí es demasiado fácil que te amenacen, que te desaparezcan, que te maten, por eso es que tuve que aprender que para poder ayudar tenía que hacer un tipo de revolución diferente. Que no partiera de la rabia, sino de las ganas de cambio. Eso es Latidos”.

Las causas de Lucía son muchas: la soberanía alimentaria, el respeto por las comunidades indígenas, el fortalecimiento de la mujer en todos sus espacios, el trabajo coordinado entre el campo y la ciudad, la honra a las víctimas de desaparición forzada y la memoria del conflicto armado. En sus canciones ha logrado denunciarlas y visibilizarlas. Sin embargo, según ella misma, Latidos es el espacio en el que ha logrado juntar y consolidar de manera más completa este discurso.

Por eso, Latidos hay varios. Latido de la tierra es el espacio que ha desarrollado en Cantarrana en el que se ha enfocado en el amor por la naturaleza y la construcción de cultura con el Hip Hop y el arte. De él se han ramificado dos proyectos más: Latido Ancestral y Casa Esquina; ambos están siendo liderados por quienes fueron, en su momento, alumnos de Lucía.

También existe Latido del agua que se desarrolló en Medellín con ayuda de Kaztro, de AlcolirykoZ. Allí, Lucía y los profesores del proyecto llevaron a los niños al nacimiento del río Medellín e hicieron un festival que fue acompañado por los versos de los tres AlcolirykoZ.

Hay otros Latidos menores: Latidos del corazón y Latidos del alma, que son espacios itinerantes de un día que tienen la premisa de construcción de paz en los territorios. Han estado en Villavicencio, Pasto, Cali y Buenaventura. Lucía recuerda que en esta última ciudad la experiencia fue especialmente buena porque, a pesar de que estaban rodeados de grupos armados ilegales, quienes participaron en el taller vivieron un gran momento.

Cuenta que Latidos surgió porque necesitaba hacer una intervención diferente, que fuera autofinanciada e independiente. Desde 2008 hasta hoy, sólo en el 2010 no lo pudo realizar porque la amenazaron las Águilas Negras. Un día, llegaron al barrio y en los postes habían pegados panfletos con su nombre y el de otros líderes culturales. Los amenazaron porque su discurso iba en contra del microtráfico, de las ollas que son comunes en la zona. Se tuvo que alejar un año de allí.

Sin embargo, continuó trabajando en otros espacios; Lucía se articuló con un grupo de artistas para hacer murales en honor a víctimas de desaparición forzada. Hicieron varias intervenciones en distintas zonas de la ciudad hasta que un día, llegando a su casa, notó que habían entrado únicamente a robarle el computador donde tenía toda la información de sus proyectos. Tuvo que irse de urgencia para Medellín en donde se ocultó y empezó a cuestionarse sobre cómo crear nuevas acciones que le permitieran generar cambios sin exponer su vida y la de quienes la rodeaban. 

Fue entonces cuando terminó de consolidar un proyecto que, a través del rap y la cultura Hip Hop, le permitiera fomentar el arte, la educación y el respeto por la naturaleza, mientras atendía poblaciones vulnerables; principalmente niños y jóvenes. El objetivo era alejarlos de las dinámicas violentas que los rodeaban con las pandillas, el reclutamiento forzado y el microtráfico. Así se gestó Latidos

En Cantarrana el frío se pasó rápido cuando llegó Lucía. Durante todo el ejercicio de calentamiento el mensaje se basó en la relación con la naturaleza, en alcanzar un equilibrio con el medio ambiente y en el cuidado de lo que nos rodea. Ella promueve en sus talleres procesos de amor por la naturaleza, la idea de conectarse con el agua, con la tierra, con las plantas y los animales. Justo después inició una caminata que recorrió todo el parque, pues la primera meta de la jornada era limpiar el espacio de toda la basura para: “ayudar a restaurar esto y volver a ponerlo lindo para las otras personas que lo visiten”, dice Lucía. 

Cuando regresamos de la caminata, los niños se dividieron en cuatro grupos, dependiendo de su interés. Los profesores, algunos temporales y otros fijos, los llevaron a diferentes salones: algunos se fueron con Nina para iniciar con las bases del breakdance. Otros, con Claudia para comenzar los fundamentos del graffiti y el muralismo. El último grupo se quedó con Lucía para aprender cómo empezar a crear algunos versos y ser MC ‘s. 

En Cantarrana la actividad terminaba. Los niños, que al principio no querían dañar sus pintas, habían dejado las chaquetas botadas en el pasto y practicaban algunas de las cosas aprendidas en la jornada. Estaban manchados de pintura, despeinados, con las cadenas guardadas y las camisetas embarradas. 

Nos reunimos en el salón más grande del parque y allí Lucía proyectó un cortometraje que mostraba cómo la relación del ser humano con los recursos naturales termina causando destrucción. Ella lideró la reflexión final y luego repartieron frutas y jugo porque “muchos de estos niños sólo comen lo que les damos acá, entonces mejor que al menos digan en la casa que los alimentamos”, afirma. 

A pesar de la pandemia, este año alcanzaron a organizar y realizar algunos talleres, sin embargo, el festival que hacen, en el que planeaban llevar artistas y pintar murales, tuvo que cancelarse porque cerraron el parque. 

Pero Lucía no para: “hay muchos Latidosen muchas personas que han conocido el proyecto. Lo que hemos logrado es crear una conciencia que va mucho más allá del programa y por eso hoy podemos seguir sin detenernos”.